LA UTOPIA CONSTRUCTIVISTA DE ZINGRAFF JULIA SAEZ-ANGULO
La forma es una carga de dinamita colocada debajo de la trivialidad cotidiana, esto afirmaban los constructivistas rusos. Es entonces, desde esta perspectiva y no de otra, de donde hay que contemplar el arte, la pintura de Hans-Dieter Zingraff, artista alemán que vive desde hace varios años en España, exactamente en la primera línea de la playa de la dulce y mediterránea Dénia. Su reciente exposici6n en la Galeria El Coleccionista de Madrid ha sido un goce de sensibilidad y de armonía.
El trabajo pictórico de H. Zingraff se caracteriza por una pulcritud extremada, una exigencia y rigor a la hora de componer y de presentar los trabajos, como si el arte exigiera esta perfección que le hace salir del fenómeno físico de la entropía, de la destrucción que entraña la vida. Por esto el arte constructivista ha tenido siempre una relación directa con la infinitud del universo, de la perfección de la armonía y en definitiva de la utopía que dinamiza y estimula a los hombres. La obra de Zingraff se caracteriza por una serie de superposiciones dc planos cromáticos, que interactuan con la dinámica de la línea recta, que va formando figuras geométricas como cuadros, rectángulos, trapecios, etc.
A diferencia de otros constructivistas más radicales, que utilizan colores planos sin solución de continuidad, con un desplegamiento hard edge o margen duro, este pintor alemán suaviza y manipula los colores para definir una gama cromática propia, más clara e incluso anacrada en ser iluminada por la fricción o alejamiento con el plano superpuesto, o por el contrario, obscureciendo la frontera con la figura geométrica siguiente, con una poca insinuación de sombras. El resultado es muy singular, porque los fondos cubren un sugerimiento de luces ingrávidas y misteriosas, que dotan al cuadro de una visualidad espacial, un mundo utópico del espacio que podría encontrarse en cualquier lugar del universo, que solamente el artista ha divisado y como un brujo, lo muestra a los espectadores.
Zingraff introduce a sus composiciones un claro elemento dinámico, como son las bandas largas y estrechas, que forman ángulos o paralelas inalcanzables. Estas bandas, normalmente collages de papel perfectamente integradas al fondo con templo de huevo o témpera más fluida, introducen por una parte un elemento nuevo constructivista del cuadro, es como si el artista quisiera añadir con ellas ritmo y velocidad a las capas previas de pintura, y por otro sitio, suman un elemento vital y humano, -en el sentido de manipulación del hombre y presencias humanas-, en detectar en estas cintas oscuras,- casi del celuloide cinematográfico-, fragmentos de arquitectura y chispas cromáticas que intervienen poderosamente en el cuadro.
En las composiciones de Zingraff se adivina con claridad una sabiduría de artista, un oficio de pintor y una intuición de poeta. El constructivismo de Zingraff sabe mesurar y distanciar los planos, que juntan la morfología del cuadro, con la maestría de quien domina la proporción del aura; su constructivismo no es simple y duro en la resolución formal, si no que administra con plenitud elegante la sensualidad del collage y conjunta con armonía ideal geométrica aquel sector de la vida humana, que se acerca más a las formas ideales del espacio: la arquitectura.