El pintor alemán Zingraff vive desde hace 25 años en la Costa Blanca Exposición "Zingraff, de la razón a la emoción", Casa de la Cultura de Alcoy,
De la razón a la emoción
"Quiero pintar cuadro que comuniquen algo positivo. No quiero hacer de la melancolía el tema de mi obra." Bajo este lema realiza sus cuadros el alemán Hans-Dieter Zingraff desde hace un cuarto de siglo en su casa de Montgó. Y eso no es todo. Mientras sus cuadros se secan, este alemán oriundo de Karlsruhe repara objetos de cerámica o restaura muebles. Incluso se ha hecho un coche. La lista de sus exposiciones y de los premios recibidos es larga. La obra de Zingraff, cuya creación vive el propio artista como "una aventura excitante", constituye una exposición permanente de, entre otros, el Museo Español del Constructivismo, en Marbella, así como del Museo OMJET de Túnez y de El Cairo. Bajo el título "De la razón a la emoción", la Casa de la Cultura de Alcoy muestra, hasta finales de febrero, una amplia exposición individual con 60 obras de Zingraff.
En realidad, Zingraff, nacido en 1947 en Karlsruhe, debería haber sido ingeniero. Pero el hijo del propietario de una empresa de inspecciones electrotécnicas tenía otros planes. Descubrió su entusiasmo por el dibujo y la pintura cuando era alumno de un internado en Mannheim, pero, sin embargo, no se sintió a gusto en la Escuela de Ingenieros de Karlsruhe y, de 1969 a 1972, prefirió estudiar como alumno privado de Dieter Rick, profesor en la Academia de Arte de Karlsruhe. La formación que allí recibió fue sólida y variada: vidrieras, diseño de muebles, pintura sobre vidrio, diseño gráfico y pintura. "Y entonces empecé a tener toda clase de ideas, que Rick recogía y me ayudaba después a realizar."
Una auténtica ilusión
Así, en 1969 Zingraff pintó la caja de escalera de la casa de sus padres. Lo más destacado fue que el efecto creado en la pared estaba tan bien conseguido, que los visitantes creían poder entrar en una habitación que en realidad no existía. Zingraff siempre se había interesado por el espacio y la luz. También durante los viajes y las estancias que, por motivos de estudios, realizó a Brasil, Francia, Turquía, Yugoslavia, Grecia e Italia. "Quería ver muchas cosas, y siempre me atraía el mar. Soñaba con pintar junto al mar, con esa luz del sol tan especial, porque tenía claro que mis cuadros serían sombríos y tristes." Y así, a principios de los años setenta, Zingraff se dedicó a buscar un lugar en la costa que se adaptara a sus necesidades. Y entre tanto pintaba paisajes y vistas urbanas con un estilo realista, en color y en tonos de gris. "Ya en esa época me interesaban también los edificios y la luminosidad de las plazas, el efecto de los volúmenes, de la luz, del espacio."
El encanto de las paredes desnudas
En primer lugar, recorrió Italia y las costa atlánticas francesa y española, "pero todo era tan verde, casi como en Suiza". Pero fue durante el viaje de regreso, al pasar por Lisboa, Sevilla, Cádiz, Málaga y Alicante, cuando Zingraff encontró el "paisaje austero" que correspondía a lo que él siempre había imaginado. Y a partir de ese momento todo fue muy rápido. Ya en 1972 Zingraff era propietario de una de las primeras casas de la ladera norte del Montgó, en Denia. Y de nuevo le atrajeron las paredes vacías. Pero, en lugar de un trampantojo, en la habitación de la torre de la nueva vivienda surgió una de sus primeras y a la vez innovadoras composiciones geométricas. Pero aún no era el momento para pasar a la madera. Realiza más bien cuadros de crítica social sobre temas como el aislamiento de la gente en las grandes ciudades, las drogas, la contaminación y la falta de tiempo: "No concebía estos trabajos desde un punto de vista político, sino sólo como constatación de que las cosas eran así." Lo que pasaba en su entorno más inmediato "por todas partes hay obras, crecen como hongos" lo percibía como "la transformación acelerada de un pueblo de pescadores en una ciudad en todos sus aspectos. Antes Denia me parecía una ciudad preciosa, y hoy sigue estando bien".
Circuitos de carreras como motivo pictórico
En 1979, Zingraff expone obras de su período de crítica social en la Casa de la Cultura de Denia y cosecha un rotundo éxito. "Fue increíble la cantidad de gente que visitó la exposición, en la que, entre otras obras, había expuesto una instalación sobre la suciedad de los fondos marinos." Una monja que era profesora me preguntó si podía venir con sus alumnos, y aquello me pareció fantástico."
Por aquellos años pintó también una serie sobre carreras automovilísticas. Al espacio y a la luz se sumaba ahora el factor velocidad. No era una casualidad. En el internado, en Mannheim, Zingraff había compartido habitación con un joven que se llamaba Jochen Maass, un buen amigo, antiguo piloto de fórmula 1, a quien acompañó durante años a las carreras e incluso fue su copiloto en algunos entrenamientos. Esta amistad perdura hoy, así como la pasión de Zingraff por los coches. Y a mediados de los ochenta, con otro de sus amigos, Horst Zuther, alias Hotte, montó un Bugatti sobre el chasis de un Volkswagen "escarabajo" en el patio de su casa en Denia. La operación fue todo un éxito. El pintor condujo el Bugatti azul de cosecha propia a lo largo de seis años.
Una afición para las pausas forzosas
Pero la mecánica de coches no es lo único de lo que entiende el artista de Baden. En las pausas obligadas, es decir, mientras se secan las capas de pintura, repara cerámica rota o restaura muebles y marcos. El origen de esta afición "que relaja, pero no tanto que pierda la concentración" fue una antigua asistenta. "Rompió tantos recuerdos que a la fuerza me hice especialista en recomponer figuritas y otros objetos." Por supuesto, despidió a la asistenta.
A mediados de los ochenta, Zingraff se sintió visiblemente limitado por los mensajes de sus cuadros, cuyo contenido había sido hasta entonces de clara crítica social. "Estos temas formulados con un objetivo fijo me impedían crear obras pictóricas más libres. Entonces me dije que también podría dedicarme a escribir, o a la política. Pero no era eso lo que yo quería hacer."
Como antes
Zingraff prefería pintar y, además, crear con libertad, con un concepto definido y de manera disciplinada. Alrededor de 1985, su personal estilo constructivista, al que hasta hoy ha permanecido fiel, estaba ya perfectamente desarrollado. Gradaciones de color llenas de matices, sombras e intersecciones crean la ilusión de espacios intactos, zonas de color puro y detalles arquitectónicos pegados en collages anulan el efecto. Un juego entre ser y parecer, igual que antes, en la caja de escalera en Karlsruhe, donde empezó todo.